miércoles, 23 de abril de 2008

Siete dardos a un 23 de abril

Pues... en primer lugar, agradecer a quienes me han incluido en sus dianas... No suelo ser un blanco fácil. Gracias mil a pesar de ser nueva en esto y aprendiz en todo. Y ahora, me toca lanzar mis siete dardazos imprescindibles en mis enlaces.

"La I Entrega de Premios Dardo 2008 se abre paso entre un gran elenco de Premios de reconocido prestigio en el mundo de la literatura, y con el reconoce los valores que cada blogger muestra cada día en su empeño por transmitir valores culturales, éticos, literarios, personal, etc.., que en suma, demuestra su creatividad a través su pensamiento vivo que está y permanece, innato entre sus letras, entre sus palabras rotas”.

Aquí va aquellos blogs con los que disfruto buceando entre textos y comentarios. Incluiré más... con un poco de tiempo. Compartan lecturas en buena compañía todo el año. Feliz día.

Un blog de buenas intenciones: http://lisandrorodriguez.canariblogs.com/
Sinaja: http://sinajatienequienleescriba.com/
Ínsula Negra: http://carlosdelafe.wordpress.com/
El ignorante atrevido: http://elignoranteatrevido.blogspot.com/
Marlene K: http://velikafresa.canariblogs.com/
Señales de humo: http://humo.nosoloblogs.com/


martes, 15 de abril de 2008

Envidia

Su hermana ocupaba la piel que él tanto deseaba y que la naturaleza le había negado. El talante femenino. El rol que seduce a los hombres de aquel bar de putas. Sus senos firmes y pezones grandes, sus ojos profundos y su pubis delicadamente dibujado. Por eso, le sacó los ojos con la lima que guardaba bajo su almohada y le arrancó la piel a tiras para taparse las vergüenzas y vestirse de esa mujer que nunca pudo ser.

jueves, 10 de abril de 2008

Demencia


Te ofrezco mi mano para recorrer el estrecho camino del olvido. Me despojo de ti y me desnudo de tu pasado atormentado. No te preguntes si te quise. Ahora recuerdo que nunca mereciste mi respuesta.

domingo, 6 de abril de 2008

Avaricia

Su abogado le había aconsejado que alegara “enajenación mental” o lo que vulgarmente era denominado “locura transitoria” ante aquel tribunal boquiabierto. Pero lo que él afirmaba tozudamente con los ojos inyectados en ira era otro pecado. Ese pecado que obliga a la mano abrir el cuerpo en canal e intentar buscar en su estómago, entre los restos de su última comida, la llave de su tesoro que él mismo se había tragado para no compartirlo con nadie. Ni siquiera consigo mismo.