
Dejó caer la noche sobre sus hombros firmes y trigueños para contemplar a la sombra que la atormentaba cada noche. Apretó con fuerza la venganza y el resentimiento que ocultaba bajo sus sábanas hasta tomar contacto con aquella yugular prominente e infernal. Tras el corte justo y merecido sólo escuchó un leve quejido de aquél que en su cíclica reincidencia abusaba de su cuerpo menudo una y otra vez.