Había una mujer que besaba a sus víctimas con tanta violencia e intensidad que ni ellas mismas se daban cuenta de su certero final. “Muerte súbita”, la excusaban los periódicos.
Con un cuarto de siglo recién cumplido un día de invierno, dicen que lo mejor y lo peor de mí (según se mire) es mi utopía infinita, mi imprecisión desesperante y mi inquieta rebeldía...